13 diciembre 2005

El arte de ser satélite...

... notarlo, asumirlo, entenderlo y llevarlo con elegancia. Todos somos satélites. Todos son satélites. Nadie es universalmente el centro de todas las órbitas. Por muy grande que sea tu carisma, por muy amplia y poderosa que sea tu vida social, por muy querido que seas. También tú, ser imposible-insuperable que aúna toda perfección, eres satélite.

Evidentemente éste texto de hoy prueba que aquí realmente despliego mis paranoias. Esto es un desvarío, un fruto de mi cabeza loca e inquieta. Algo demagógico, insustancial, leve y sólo mío.

No creo que sea necesario en éste caso definir de lo que estoy hablando, pero me puede la vena narradora.... ¿Qué es un satélite? Un satélite es aquél que está al lado de la gente que nos importa. Aquél que aceptamos en nuestro entorno y a nuestro lado, como "peaje" a pagar, por ser "cercano" a nuestros cercanos. No me explico bien.... No es alguien malo. No es alquien que nos tenga por qué caer mal. Muchas veces nos cae bien... Simplemente está ahí en nuestra vida, porque pertenece a la vida de quien nos importa y queremos a nuestro lado.

En realidad la sociedad se teje en torno a los satélites. Cada persona tiene a varios "seres importantes" en su cercanía, y cada uno de ellos tiene a su vez su propio círculo de gente querida, que inevitablemente y por cercanía pasan a ser satélites del anterior. Y así hasta el infinito en teoría, porque en la práctica los círculos no se expanden tanto.

Y es que, realmente, aunque no nos estorben, no nos molesten, incluso nos gusten o nos resulten graciosos o interesantes, si se van no pasa nada. Y a la vez, no es cierto que sean tan prescindibles... :-D La naturaleza humana es tan increíble, que hace que muchas veces no forcemos su marcha y los satélites se cuelan en nuestra vida y la hacen más rica y valiosa. Los satélites son importantísimos, por muchas razones. Muchas veces permiten conocer facetas de nuestros seres queridos que no podríamos ni imaginar sin la presencia de esos satélites.

Además no se puede centrar una vida social únicamente en las personas que realmente queremos, porque son pocas, duran mucho y no nos permitirían conocer "otras vidas". Es evidente que aunque nosotros no lo apreciemos porque en un principio nos fijamos en la portada, cada persona es una obra magna, con indiscutibles valores. Así, muchas veces quien empezó siendo un satélite va ganando peso en nuestra vida y se va ganando la condición de EX-satélite. Se me ocurren varios casos recientes.

Además siempre que entramos en un nuevo entorno lo hacemos inexcusablemente en condición de satélites para todo el mundo menos para uno o dos... Pero el gran valor de los satélites, o del hecho de ser uno de ellos, no debe distraernos de su naturaleza "secundaria". No debemos creernos antes de tiempo que ya no somos satélites. No debemos forzar amistades que no lo son, al menos aún, sino meras "relaciones cordiales con satélite", que pueden ser cordiales o incluso más, pero ya está.

Las relaciones sociales (la vida social) se van generando sin excesivos cálculos ni comeduras de tarro. Pero en realidad los satélites que nos rodean captan nuestra atención y nuestra curiosidad como personas, porque sabemos que probablemente sean importantes para nuestra gente querida, y eso tiene que ser bueno. Si a quien yo quiero tú le molas, eso es que tú molas, y yo no debería olvidarme de ello, aunque seas un pedorro y no te aguante así, de momento. Sin verbalizarlo e incluso sin pensarlo, nuestro subconsciente nos llama a no alejarnos en exceso de nuestros satélites, y a intentar pillarles el truco, y no fiarse de su portada.

Que triste es la vida, y a la vez que chispeante, cuando nos dá por comernos la cabeza con éstas cosas. No me gusta ser satélite, pero en realidad si.

0 comentarios: